Hoy es uno de esos días en los que escribir me supone un esfuerzo mayor que en esos otros en los que las palabras se reproducen como por generación espontánea y con el orden conciso que caracteriza a los nodos de un cristal precioso. Pueda deberse quizás a que hace unos días que no leo con la misma precisión mas pueda ser, en cambio, porque también he estado viviendo con la mayor sinceridad y eso, estimado lector, afecta directamente a la retórica. Al menos a la mía. En cualquier caso, así es como confluyen en el tao semejantes fuerzas contrarias, encontradas y contradictorias, regidas por un principio de solidaridad infinita que abraza su misma naturaleza. Así es la aurora que necesita del ocaso para resurgir de nuevo antes de sucumbir, a su vez, al próximo crepúsculo vespertino. Fiedrich Nietzsche (1844-1900) se sirve de Aurora para mostrarnos olores completamente distintos y mucho más amables. Aurora no contiene palabras negativas, ni artillería pesada, ni tan siquiera lige