Profesoras dependientas
atentas a la entrepierna,
cuando dicen su nombre,
mienten de veras.
Nunca te esperan
si no pasas del uno ochenta.
No aliviará tu mirada
jamás sus solateras.
Saben dónde estarán
las palomas mensajeras
—sin salir de casa—
que se tornan espectadoras
curiosas de la tormenta.
Desde al lado a observarte,
cómo no van a cansarse
de cuidarte el ciego
que lleva mes y medio
tratando de deshacer el entuerto,
y que es ahora juez y parte
del último poema que,
sin quererlo,
he perpetrado.
atentas a la entrepierna,
cuando dicen su nombre,
mienten de veras.
Nunca te esperan
si no pasas del uno ochenta.
No aliviará tu mirada
jamás sus solateras.
Saben dónde estarán
las palomas mensajeras
—sin salir de casa—
que se tornan espectadoras
curiosas de la tormenta.
Desde al lado a observarte,
cómo no van a cansarse
de cuidarte el ciego
que lleva mes y medio
tratando de deshacer el entuerto,
y que es ahora juez y parte
del último poema que,
sin quererlo,
he perpetrado.
Comentarios
Publicar un comentario