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50.- El último poema.

Profesoras dependientas

atentas a la entrepierna,

cuando dicen su nombre,

mienten de veras.

Nunca te esperan

si no pasas del uno ochenta.

No aliviará tu mirada

jamás sus solateras.

Saben dónde estarán

las palomas mensajeras

—sin salir de casa—

que se tornan espectadoras

curiosas de la tormenta.

Desde al lado a observarte,

cómo no van a cansarse

de cuidarte el ciego

que lleva mes y medio

tratando de deshacer el entuerto,

y que es ahora juez y parte 

del último poema que,

sin quererlo,

he perpetrado.


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