Comienza la semana de pecadores.
Sin salir de la parroquia,
nos olemos los deseos,
contamos historias y
reímos lento.
Al elevar los vasos,
subimos el volumen de los sueños
y llegamos a pensar
que no hay destino sin incendios.
Dos anécdotas nuevas que contar,
un beso menos que te debo.
La vida nunca ha sido más
que el mismo lomo de un libro abierto.
Los errores vienen y van,
entre mis páginas me enredo.
Yo sigo amarrado aquí,
a las 3:23 de mis 27 y medio.
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