"El mundo es todo cuanto es el caso". Con esta sentencia comienza Ludwig Wittgenstein su Tractatus logico-philosophicus, una de las obras más influyentes en el pensamientodel siglo XX. Hasta donde quien escribe estas líneas alcanza a comprender, Wittgenstein trata de distinguir lo que son las antípodas de toda representación o figuración para hacer, después, un original análisis del lenguaje. Según él, existe un constructo figurativo de la realidad que se corresponde con lo que sería el mundo. Sin embargo, esta asociación es meramente supuesta pues no existe una justificación clara de ella. Así, cuando pensamos lo que estamos haciendo es modelar, figurar, de algún modo la realidad y es, precisamente, el objetivo último del Tractatus el tratar de encontrar ese algo ulterior que posibilita la figuración, es decir, eso común a realidad y pensamiento que hace posible tal modelado.
Seguramente, a estas alturas, el propio Ludwig se estaría rasgando las vestiduras o, mejor aún, empezaría a valorar (como, por otra parte, acostumbraba a hacer) el suicidio como única alternativa a la incomprehensión de su Tractatus. Por tanto, dejaremos de comentar su obra en aras de su eterno descanso. En cambio, sí que siento que existe una dualidad asombrosa entre lo real y lo irreal de la que, a menudo, no somos conscientes. En particular, las matemáticas son en mi opinión la mayor fábrica de irrealidad que el hombre ha construido. Mucho mayor incluso que el cine o la televisión, pues cuando uno ve una película es consciente de su posición relativa frente al aparato, tiene claro ser el sujeto observante y eso le confiere una posición de superioridad, dominante, frente al objeto observado. No ocurre así, en cambio, con las matemáticas. Cuando uno se sumerge en ellas, fruto de la admiración que suscitan, pierde habitualmente la percepción de que toda la matemática es en esencia una mera figuración, un modelo.
Y es que, en nuestra condición de contingentes, gestamos el anhelo melancólico de una palmadita en la espalda, de un cálido manto de camuflaje o de una armadura de cota de malla, que nos tranquilice y apacigüe la angustia que nos provoca la configuración de estados posibles que es la realidad. Cuando la figuramos llegan los problemas. Problemas sencillos, complejos, resolubles o lo contrario. Pero problemas. Y es que poco le importa a quien camina cansado la condición, la configuración efectiva, de tales modelos pues cree, y pronto sabrá cuando retorne a la duda, que no se podrá colorear nunca el universo figurativo con una cantidad numerable de tonos.
De vuelta a la realidad, no se puede gozar de esa tranquilidad. Lo que se tiene a este lado no son problemas. Son, cuanto menos, otras cosas. A veces, son desatinos de la fortuna y, otras veces, criaturas abandonadas. Pero no problemas. Por eso proyectamos nuestra realidad en lo intangible. Por el descanso que otorga escapar de los monstruos allá donde (creemos) no llegan.
Seguramente, a estas alturas, el propio Ludwig se estaría rasgando las vestiduras o, mejor aún, empezaría a valorar (como, por otra parte, acostumbraba a hacer) el suicidio como única alternativa a la incomprehensión de su Tractatus. Por tanto, dejaremos de comentar su obra en aras de su eterno descanso. En cambio, sí que siento que existe una dualidad asombrosa entre lo real y lo irreal de la que, a menudo, no somos conscientes. En particular, las matemáticas son en mi opinión la mayor fábrica de irrealidad que el hombre ha construido. Mucho mayor incluso que el cine o la televisión, pues cuando uno ve una película es consciente de su posición relativa frente al aparato, tiene claro ser el sujeto observante y eso le confiere una posición de superioridad, dominante, frente al objeto observado. No ocurre así, en cambio, con las matemáticas. Cuando uno se sumerge en ellas, fruto de la admiración que suscitan, pierde habitualmente la percepción de que toda la matemática es en esencia una mera figuración, un modelo.
Y es que, en nuestra condición de contingentes, gestamos el anhelo melancólico de una palmadita en la espalda, de un cálido manto de camuflaje o de una armadura de cota de malla, que nos tranquilice y apacigüe la angustia que nos provoca la configuración de estados posibles que es la realidad. Cuando la figuramos llegan los problemas. Problemas sencillos, complejos, resolubles o lo contrario. Pero problemas. Y es que poco le importa a quien camina cansado la condición, la configuración efectiva, de tales modelos pues cree, y pronto sabrá cuando retorne a la duda, que no se podrá colorear nunca el universo figurativo con una cantidad numerable de tonos.
De vuelta a la realidad, no se puede gozar de esa tranquilidad. Lo que se tiene a este lado no son problemas. Son, cuanto menos, otras cosas. A veces, son desatinos de la fortuna y, otras veces, criaturas abandonadas. Pero no problemas. Por eso proyectamos nuestra realidad en lo intangible. Por el descanso que otorga escapar de los monstruos allá donde (creemos) no llegan.
Aún así, hay incluso quienes se plantean si son las matemáticas una creación del hombre o si, por el contrario, son un algo que estaba esperando ser descubierto. En todo caso, son estas cuestiones las que dotan de sentido el estudio de esta ciencia pues, su existencia es en tanto en que, efectivamente, pueda ser comprehendida. Y es que, de la misma manera que Wittgenstein concluye su Tractatus, "de lo que no se puede hablar, mejor es callar".
Muchas gracias por el tiempo dedicado a la lectura de estas líneas,
Héctor Sanz.
Muchas gracias por el tiempo dedicado a la lectura de estas líneas,
Héctor Sanz.
Pero nos acercan o nos separan de la realidad las Matemáticas? Es algo que podemos usar arbitrariamente? En la Teoría General de Sistemas ya anteriormente diferentes disciplinas han tratado de encontrar algo que unifique, que explique la realidad de manera compartida.....es como observar un objeto desde distintos ángulos....cada uno aporta una realidad sometida a su posición desde donde observa.....entonces podría darse el caso de que lo que es real para unos es irreal para otros....también me planteo si esa realidad sería algo extraño a todos, algo ajeno al objeto observado..... Dónde estaría lo real y lo irreal en Matemáticas? Acaso lo irreal de un mundo que se agota, que no se sostiene pq los recursos se acaban, no es producto de cálculos hechos por analistas sobre parámetros controlados....? No pq alguién como testigo ocular haya podido dar fe de un fenómeno como pueda ser la erupción de un volcán, en el momento en que haya producido....pero su pensamiento llega a ver más allá de su propia realidad.....y además puede comprobar que otros también piensan lo mismo aún no habiendo sido testigos de un fenómeno tal....lo mismo ocurre con cualquier hecho que se ha producido o que podría llegar a suceder.....puede lo irreal entonces convertirse en real?
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