Es usual romper los lazos que vinculan la realidad abstracta con los conceptos más abstractos aún. La belleza no es una propiedad de alguien de quien se predica su belleza, así como la bondad no equivale a benevolencia de las acciones de un determinado sujeto. Así, tampoco los números son meros objetos con los que, más o menos, estamos habituados a tratar. No estoy aludiendo a las distintas representaciones efectivas de un mismo número (siete es 7, pero también es 14 entre 2) sino a algo más profundo, algo que reside en nosotros y que creemos reconocer en determinadas ocasiones. De esta manera, el concepto de siete reside en cada uno de nosotros, es una noción particular de cada uno, algo intrínseco y personal sin naturaleza objetiva más allá de la interpretación que le otorguemos. El siete es lo común a los días de la semana y a los pecados capitales. Y a más cosas, pero esas son las mías. Por lo tanto, ese es mi siete.
Pereza, lujuria, envidia, avaricia, soberbia, ira y gula. Siete. Mi siete, ese que supedito a la negatividad de los pecados que provienen de la exaltación de la competitividad, del querer. Querer ser el mejor, con el menor esfuerzo posible. Vanagloriarse de serlo. Querer poseer a otra persona o quererlo todo. Y detestar a los que hacen lo propio. Este siete, mi siete, el siete de la competitividad, es el siete que conduce al sufrimiento.
La asignatura que motivó este blog toca a su fin. He aprendido a reconsiderar las ideas que venían conmigo y a participar de las de otros. Mediante una reflexión profunda, he reparado en la necesidad del conocimiento de otras posturas, de otras ideas y de otros sietes. Hablamos de prevenir los conflictos en las aulas y no existe mejor manera de lograrlo que a través de la lección de humildad que conlleva reconocerse como uno más entre el resto. Ese es el primer estadio hacia la cooperación: cambiar el querer por el amar. Es cierto que es posible que un paradigma cooperativo aboque al alzamiento de otros pecados, quizás, tan capitales. Pero no es menos cierto que la competitividad nos vierte en el sufrimiento (dejo el enlace abajo). Así que habrá que intentarlo pese al potencial precio a pagar por hacerlo.
Muchas gracias a mis compañeros y a sus sietes, y también a Xoán y al suyo propio, pues han propiciado el que valore, antes de la experiencia, la existencia per se de las opiniones de los demás.
Héctor.
Magnifico post! no hay nada mejor como encontrar tu sitio! Se te ve motivado! Un saludo!
ResponderEliminarGracias por tu comentario!
EliminarMe gustaría que, aunque la asignatura haya finalizado, no dejases de escribir porque leer tus artículos merece mucho la pena.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Aunque la asignatura haya finalizado, tengo intención de seguir escribiendo algunas entradas. Quizás este blog se vuelva más personal de lo que es ahora.
EliminarGracias a ti también por mostrarnos "tus formas de entender el mundo" a través de palabras cargadas de belleza.
ResponderEliminarAndrea
La belleza, que salvará el mundo, está en el ojo del que mira..
EliminarGracias a ti por tus palabras.