No sé por dónde empezar. Tu mano en la entrepierna y mi energía podrida de tanto que lo intenté. Y es que no me pasa nada, nada nuevo, lo mismo que ayer entre tu pelo, gastado en preguntar cómo desbaratarme el tiempo. Ya ni me acuerdo de cuando, sin parar un momento, surgían las palabras frías, de la labia de siempre que, por no ser como esos, parecian elocuentes. Sé que pudieron ser elegantes y que alguna vez, incluso, llegaron a mezclarse entre la gente.